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Bienvenidos a la tierra virtual del fuego y la Palabra

Ahí ,

donde no hay tierra debajo,

solo fuego.

Eso

es un Poema.

Acerca de mi poeta. ( prólogo) Autopoetografía semiautorizada





Mi yo poeta nació una noche antes de la cena, hija de una loba hambrienta y un murciélago. Extraña combinación dirán ustedes y concuerdo, pero esto no se elige (o  tal vez sí, pero en esos niveles sutiles que no percibimos), así como no elegimos nuestro lugar en el mundo o nuestra familia.
Era entonces una niña lo suficientemente pequeña, y fue mi madre, la humana, claro, poetiza también (por eso de lo que se hereda no se hurta) la que dirigió mis primeros versos inseguros hacia una madurez métrica, rítmica y formal, como corresponde a todo progenitor que se precie. Siempre me caractericé por ser una niña obediente y así, abandoné mi real estirpe lírica para seguir los mandatos humanos sobre la “verdadera poesía”.
 Creció entonces nutrido de ideales juiciosos y fiestas patrias escolares. Después se alimentó de amores y soledades, de angustias y esperanzas, se volvió cajas  de papeles y notas, y relecturas, preguntas al calor de un fuego que solo yo conozco, de un fuego con estirpe de loba. Solía trabajar muy tarde, al borde de la cama, a oscuras, imaginando renglones, pariendo palabras-noche que había que adivinar por la mañana; o viajaba en colectivos, en trenes siempre sin birome y había que memorizar palabras-pasajeras para que se volvieran sobrevivientes. No todas llegaron a destino.
Un día en que mi yo humano peregrinaba en busca de respuestas, en una experiencia guiada en la que debía imaginar que haría si solo me quedara un tiempo determinado de vida, mi yo poeta abandonó su guarida nocturna de murciélago dormido y clamó por su derecho a la existencia. Y decidí que debía educarlo para que pudiera salir al mundo. Llegamos a un taller  en Quilmes, donde yo vivía en esa época y logramos publicar en dos antologías, después se tomó un par de años sabáticos, volvió a publicar en Baobab otras dos antologías y encontró gracias a ellos una escuela compatible a su origen. Durante cuatro años transitó esa distancia  subterránea  para llegar a ver el exterior de un mundo lleno de aire y palabras. Las palabras se hicieron libro, así de golpe, como suelen suceder las cosas  en la vida  y hace rato ya que anda apalabrándome para que lo publique. Se lo debo, lo sé, es hora de nacerlo  de redimir mi yo poeta de una vez y para siempre del silencio.



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